AGUSTÍN BARRIOS, CREADOR Y COMPOSITOR ETERNO PARA LOS GUITARRISTAS DEL MUNDO, ES RECORDADO EN UNA CALLE CAPITALINA
Continuando con la serie de entregas sobre la nomenclatura de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la periodista, escritora y ex intendente capitalina, Evanhy de Gallegos, en esta ocasión se darán detalles sobre la calle Agustín Barrios, que rinde homenaje al eximio creador y compositor de guitarra, quien sigue vigente y lo estará en el mundo para la eternidad.
La Ordenanza 6117 de 1967 ubica la calle Agustín Barrios al Este de la avenida Sacramento, paralela al Norte de la avenida España, contigua al Colegio Americano. La misma arranca al Oeste en la calle Dr. Ricardo Odriozola y se extiende hasta la calle Dr. César López Moreira, al Este de la avenida San Martín; paralela a las calles Roque Centurión Miranda al Sur y al Norte a Luis E. Migone, en los barrios Santo Domingo y Manorá.
Datos sobre su vida
Agustín Barrios había nacido el 5 de mayo de 1885. El Paraguay apenas se reponía de la Guerra contra la Triple Alianza.
Como su padre tenía orquesta, ocasionalmente, ya de niño, tocaba la guitarra acompañándolo en la agrupación que llevaba el apellido familiar: la Orquesta Barrios.
Tenía 13 años cuando fue escuchado fortuitamente por Gustavo Sosa Escalada, el principal propulsor del movimiento guitarrístico paraguayo.
Éste aconsejó a sus padres trasladarlo a la capital y, siguiendo el consejo, en Asunción siguió sus estudios en el Colegio Nacional y recibió clases de música de Sosa Escalada y Nicolino Pellegrini.
En 1903, a los 18 años ya actuó en el Teatro Municipal, en carácter de alumno.
En 1908 se presentó como solista en el Teatro Granados, en la orquesta que dirigía Pellegrini. Para entonces, tocaba a dúo con Sosa Escalada.
Un año después ya salía de gira a Corrientes y Buenos Aires. Lo que se esperaba fuera una presentación ocasional en el exterior, resultó de tanto éxito que retornó al Paraguay recién 12 años después.
Recorrió el mundo, aplaudido en todos los escenarios. Sin embargo, cuando volvió en 1922, se dio cuenta que, permaneciendo en el Paraguay, no podría dar rienda suelta a su tarea de creador y compositor.
Terminó desilusionado cuando, en un concierto en la Plaza Uruguaya, él mismo tuvo que acarrear las sillas, armar el escenario con algunos estudiantes y luego actuar ante escaso público. Decidió, entonces, optar por el exilio.
Ese mismo año se casó con una brasileña de color que lo acompañó inseparable hasta su muerte.
En 1930 sus empresarios artísticos le aconsejaron explotar los rasgos indígenas de su rostro, adoptando el nombre de un cacique de tiempos de la colonia. Así pasó a llamarse Nitsuga (Agustín escrito en forma invertida) Mangoré.
Era presentado como el Paganini de las junglas del Paraguay. Cuando abandonó ese estilo, el nombre Mangoré quedó para el recuerdo de todos los que le conocieron.
Los países se lo disputaron y le ofrecían residencia en América y Europa. En el Paraguay, era el tiempo de las revoluciones y todo esto contribuía a la no valoración de su arte.
En 1931 sus afecciones de salud se manifestaron y en 1939, recibió la oferta del presidente de El Salvador de establecerse en su país, siendo nombrado profesor de guitarra del Conservatorio Nacional de Música de San Salvador.
Falleció en 1944 de un ataque al corazón.
Sus últimas palabras registradas por sus alumnos fueron: “No temo al pasado, pero no sé si podré superar el misterio de la noche”.