El nombre de una calle de Asunción, recuerda la feroz batalla del 1 de marzo de 1870 amoite Cerro Corá pe
La actual calle Cerro Corá fue denominada por don Carlos Antonio López en 1849: calle de La Paz. Luego recibió el nombre Cerro Corá en 1871. La mención aparece en el diario El Pueblo del 17 de enero de 1871.
Es continuación de la calle Oliva, desde el eje de la nomenclatura, Independencia Nacional hasta la calle Tte. 1ro. Martínez Ramella al Este, próximo al arroyo Mburicaó. Paralela a las calles 25 de Mayo al Norte y Félix de Azara al Sur en los barrios: Catedral, San Roque, Ciudad Nueva y Gral . Bernardino Caballero.
Relatar sobre los sucesos del 1 de marzo de 1870, es un triunfo por sobre la memoria familiar de cada paraguayo que debe recordar y valorar el sacrificio de los bisabuelos niños de entonces y sus padres, quienes formaron parte de la generación desaparecida y de la cual la historia cuenta que los pocos varones adultos que quedaron con vida al final de la contienda fueron un poco menos de quince mil hombres.
“Campamento, campamento, amoité Cerro Corá pe
Cerro mi pau mbytepe Cordillera de Amambay”
El poeta Félix Fernández escribió los versos de Cerro Corá como producto de la historia contada por su abuelo Roque, soldado del 70.
Y Herminio Giménez quien compuso la música que nos produce honda emoción a todos los paraguayos, estuvo en Cerro Corá donde produjo otra obra musical maestra: Canto de mi Selva.
La selva ya no es la misma. Sin embargo quedan las huellas del relato de lo vivido por los 500 últimos hombres, mujeres y niños que acompañaron en la lucha final al Mariscal Francisco Solano López y su familia, asesinado por los brasileros el 1ro. de marzo del 70.
En la boca del Chiriguelo, a unos 5.000 metros del cuartel, estaba el general Francisco Roa y a menor distancia el coronel Patricio Escobar resguardando las carretas.
En el paso Tacuaras otros defensores protegían el paso que venía por la picada Yatebu.
En el paso Aquidabán estaba el grueso de la tropa paraguaya.
Hoy día, una espesa arboleda y un camino que se supone es el mismo de 1870, comunica con el monumento principal de Cerro Corá.
Allí estaba el campamento de Solano López, resguardado por los rifleros y lo que quedaba de la escolta presidencial.
Madame Lynch y sus hijos se encontraban en una carreta a unos mil metros.
En otro coche, a 800 metros estaban la madre del Mariscal y sus hermanas.
Al lado de López, el vicepresidente Francisco Sánchez, anciano y enfermo pedía se le permitiera combatir.
Los sacerdotes sobrevivientes pedían armas para luchar. Las mujeres también se preparaban y eran destinadas a servicios auxiliares y de la comunicación entre los destacamentos.
El Mariscal dispuso que los jefes y oficiales se vistieran con sus mejores ropas y condecoraciones para la batalla final, incluso la cinta de Amambay, la última creada.
En total eran 100 los hombres que rodeaban al mariscal presidente del Paraguay.
A las siete de la mañana cayó Tacuaras. Una mujer trajo la noticia.
López ordenó que su estado mayor le siguiera al Paso del Aquidabán.
Entre el combate en el paso y la muerte del Mariscal transcurrieron solo 15 minutos.
“Omano Mariscal López tricolor oveve jhape
No entregai upe ibandera
Odefendevo Paraguay”.
Pronto ya fueron 200 los soldados que le acompañaban.
El Mariscal pidió a Panchito fuera a defender a su madre, lo que hizo con su vida.
Durante unos minutos los enemigos estuvieron indecisos ante la presencia del hombre formidable con el cual guerrearon cinco años.
El choque fue espantoso con Vivas a la Patria, en el retroceso hasta la ribera del Aquidabán Nigui.
Luego ocurrió el asesinato de Solano López, con la célebre frase : “Muero con mi patria”.
El general Cámara permitió que su cuerpo quedara librado a la soldadesca que lo despojó de sus ropas y fue pisoteado en medio de salvajes alaridos.
Le cortaron la oreja y un dedo como relique, además de un pedazo del cuero cabelludo.
Elisa Lynch lo encontró cuando le bailaban encima. Se lanzó de la carreta donde iba prisionera, le hizo una fosa con sus manos y envolvió su cuerpo con una sábana blanca que compró por tres onzas de oro. A su lado depositó a su hijo Juan Francisco, Panchito a quien mataron cuando la defendía. En el mismo sitio fue enterrado el otro hijo del Mariscal que fue también lanceado cuando intentaba ponerse a resguardo en el carretón de Elisa Lynch, José Félix de 10 años, hijo de Juanita Pesoa.
El Paraguay perdió el 30 por ciento de su territorio, repartido entre el Brasil y la Argentina.
Perdió el 85 por ciento de su población y más del 90 por ciento de su población masculina adulta.
La guerra fue de exterminio, genocidio.