La calle Avay de Asunción rinde homenaje a los combatientes y a las 300 Mujeres que fueron violadas por los ‘’Cambá‘’ al término de la horrorosa batalla

Continuando con la serie de entregas sobre la nomenclatura de las calles de Asunción y la historia que encierra cada una de esas denominaciones, elaborada por la periodista, escritora y ex intendente capitalina, Evanhy de Gallegos, a continuación se darán detalles sobre la calle Avay.  

Por la Ordenanza  4034 de 1959, se denomina de esta manera a la calle conocida inicialmente como 2da. Proyectada.  Viene a ser la continuación de la calle Milano, hacia el Este, desde Independencia Nacional hasta la avenida José Félix Bogado.  Es paralela a la calle Simón Bolívar, al Norte, y a la calle Lomas Valentinas, al Sur.

Batalla de Avay (óleo de Pedro Américo). Fuente: www.wikipedia.org/

El 11 de diciembre de 1868, a orillas del arroyo Avay, en Ypané, se libró la encarnizada batalla donde, por encima de los muertos que tapizaban el campo, fueron violadas las 300 mujeres que acompañaron a sus hombres para enterrarlos o curar sus heridas luego del combate.

Durante cuatro horas se libró la sangrienta batalla entre 22.000 brasileros y 5.593 paraguayos.

Quedaron tendidos en el campo 3.600 paraguayos.

El lugar elegido para esperar el ataque no era el mejor, aunque primó la opinión del general Germán Serrano, quién se lo propuso al Mariscal López cuando fue galardonado, antes de volver a incorporarse al comando del general Bernardino Caballero, minutos antes de la batalla de Avay.

La anécdota contada por el general Caballero recuerda la advertencia del coronel Valois Rivarola, acerca del lugar sin protección, donde debían esperar al enemigo que había sugerido Serrano al Mariscal.

“Ejopýke nderevikua galón pyahu tuja”, le dijo a Serrano.

Efraín Cardozo, en su obra “Hace cien años”, no le da traducción a la frase que motivó solo una sonrisa de Serrano. Dice que “es muy expresiva y difícil de traducir al castellano”.

En castellano significa: “Atájate el trasero con el galón que acabas de recibir”.

Valois Rivarola había completado la frase en guaraní diciendo: “Los negros no nos van a venir con paños tibios”.

Casi al final de la batalla, el general Bernardino Caballero, acompañado de su ayudante, el alférez Páez, y el coronel Valois Rivarola, escaparon abriéndose paso entre los balazos, donde Rivarola recibió uno que le atravesó el cuello.

Caballero arrojó su poncho y sus espuelas de plata a “los cambá”, que les seguían, y éstos se quedaron a recogerlos, lo que les permitió huir del campo de batalla.

Entre los prisioneros quedó con vida el coronel Germán Serrano.

El coronel Valois Rivarola siguió luchando, a pesar de sus heridas, en Itá Ybaté y falleció en el hospital de Cerro León.

Al término de la batalla de Avay, las 300 mujeres, que esperaban en el monte, salieron a recoger a sus heridos y muertos y los 17.000 soldados brasileros, que quedaron con vida, se las disputaron en la violación en masa, lo que se dio en el mismo campo ensangrentado.

El general argentino José Ignacio Garmendia, testigo de la batalla, dejó en sus memorias la descripción de lo ocurrido: “Trescientas mujeres, como las heroínas galas, habían presenciado el combate. La soldadesca desenfrenada abrió las válvulas de su feroz lascivia y estas infelices que habían visto perecer a sus esposos, hijos y amantes, sufrieron los más torpes ultrajes de la lujuria en la noche más negra de su pena.  No sé cómo no murieron”.

Las mujeres de Avay fueron “la diversión de  los cambá”, incluso en Asunción, donde fueron traídas como prisioneras con las tropas de ocupación, el 5 de enero de 1869.

La historia cuenta que fueron ubicadas en la actual plaza De la Democracia, frente al actual Hotel Guaraní, donde estuvieron a merced de los brasileros que continuaron utilizándolas, para dar rienda suelta a su lascivia.

Lo llamativo es que no hubo hijos mulatos ni negros.

Las mujeres de Avay, al igual que las otras paraguayas violadas por los brasileros de color, abortaron los hijos de los enemigos.

Sobre el tema de los abortos de la postguerra, la escritora y dramaturga Gloria Muñoz manifestó que el dato de que las paraguayas abortaron, utilizando la hoja de guayaba, le fue contado por el historiador Carlos Pussineri Scala.

Ella escribió el cuento: “El General y la vara del guayabo”.

Destacó que era un dato muy importante sobre el método al que acudieron las paraguayas sobrevivientes para que, entre los 10 o 12 hijos que concibieron cada una de ellas, no se filtraran los de los enemigos triunfantes de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

Las hojas de guayaba, según la farmacopea guaraní,  favorecen las contracciones con el resultado esperado, si son utilizadas al comienzo de la concepción.

El cuento “El General y la vara del guayabo” formó parte de la obra de teatro “Residentas”, que puso en escena el teatrista fallecido Lucio Sandoval.

El cuento integra el índice que Gloria Muñoz escribió en “La Madeja de Clio”.

Hace referencia a la responsabilidad de repoblar el país de la mujer de la postguerra y acerca del caso de dos hermanas, una violada por un brasilero, recurriendo ella al aborto, y la otra hermana “embarazada” por el general Caballero, que sí llevó adelante el nacimiento de su hijo,  en el destruido país sin hombres.

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