El Bolsi, Confitería y Restaurante, asentado en dos edificios patrimoniales del centro, es otro de los Tesoros de Asunción
Prosiguiendo con la entrega de la serie sobre edificios históricos, que constituyen joyas y tesoros que aún posee Asunción, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, esta vez se darán detalles sobre el restaurante y la confitería El Bolsi, que ocupan dos casas catalogadas como patrimonio de la ciudad de Asunción, bajo la Ordenanza 35/96.
Felizmente los dos edificios, que hoy conforman un solo cuerpo, permiten reconocer el estilo neoclásico de uno y art decó del otro, de lo que quedó en pie de la construcción original, en la esquina de Estrella y Alberdi.
Esa esquina de Asunción vio pasar una impactante historia de vida, la de Silvia Cordal Gill, hija de Carmen Gill de Cordal quién, durante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, fue “destinada”, como se llamaba a las mujeres parientes de acusados de traición a la patria, en los difíciles años de esa cruel contienda.
Justamente entre sus paredes Silvia Cordal vivió terribles días en la Post Guerra del 70.
En las propiedades sobre la calle Estrella vivían las familias involucradas en esta historia: Los Gill, los Cordal y los Decoud.
Lo más conocido es lo divulgado sobre las sabrosas comidas allí preparadas, que de llamarse “Café La Bolsa” en 1960, pasó a denominarse “Confitería y Restaurante El Bolsi”.
Durante los años dorados del Gobierno de Don Carlos Antonio López, Don Andrés Gill y su esposa Escolástica Barrios, abuelos de Silvia, la protagonista de la historia que relatamos, construyeron su casa y negocio en un edificio de planta alta, en Estrella y 14 de Mayo.
Dicen las memorias que su propiedad se extendía sobre la aristocrática calle Estrella que mostraba, en esos días y en ese sector, las residencias de las familias más expectables.
Una cuadra más arriba, al Sur, sobre Oliva y 14 de Mayo, tenían su casa Esteban Cordal y su esposa Mónica Decoud, padres de Carmen Cordal Gill, abuelos también de Silvia.
La niña tuvo una infancia feliz hasta los siete años, en que su madre Carmen Cordal fue enviada como “destinada” a Espadín, Ñandurokai, cerca de Ygatimí.
Al cuidado de Silvia quedó la esclava Dolores, quién la protegió como a una hija, emprendiendo el viaje de a pie, detrás de su madre.
Su padre, Fernando Cordal Decoud, combatiente en Tuyutí, caído herido, fue llevado prisionero a Corrientes, donde murió debido a la gravedad de su estado. Cordal quedó acusado de desertor.
Silvia encontró a su madre después de mucho peregrinar, muriendo de hambre sus hermanas.
La historia quiso que, estando el Mariscal Francisco Solano López, pudieran acercarse para relatarle la verdad de los hechos y la injusta acusación de “destinada”.
Revertida la maledicencia, ambas emprendieron la vuelta a Asunción.
En las memorias que Silvia Cordal escribió treinta años después, recuerda que volvió a la calle Estrella y que vivió donde estuvo el Café La Bolsa, actual El Bolsi.
Estuvo en esa casa hasta que se casó, el 25 de julio de 1878, a los 15 años de edad, con Francisco Soteras Rolón, de treinta y cuatro años.
Soteras Rolón actuaba en política. Fue varias veces ministro de Estado y su nombre aparece entre los fundadores del Centro Democrático, después Partido Liberal.
Menciona Silvia en su relato que primero vivió en la casa de la calle Oliva y 14 de Mayo, la antigua casa de su abuela, Mónica Decoud, madre de su padre Fernando Cordal.
“Más tarde”, dice, “estuvimos en donde es el Café La Bolsa, hasta que me casé”.
Aclara que esa casa formaba parte de un solar más extenso sobre la calle Estrella, propiedad de la familia.
También recuerda la casa de Estrella y 14 de Mayo, edificada por su abuelo.
La valiente Silvia, con dos hijos habidos con Francisco Soteras, quién falleció el 29 de noviembre de 1894, se volvió a casar con Francisco Villamil, el 26 de abril de 1897.
La periodista Silvia Soteras, su biznieta, que lleva su nombre, recuerda con orgullo a su legendaria y arrojada bisabuela, corroborando los datos del libro “Silvia”, escrito por Manuel Peña Villamil y Roberto Quevedo, basado en sus memorias.
Silvia tuvo una hija más con Villamil. Su esposo falleció en 1908.
Para esos tiempos, el emigrante Juan Vaccaro, que había venido de Génova, Italia, ya era dueño del Café La Bolsa.
El abogado e historiador Gustavo Laterza Rivarola, en “Asunción y su comarca”, cuenta que Vaccaro primero puso un café y rotisería con juego de billar, donde estuvo El Lido Bar, en Palma y Chile, con el nombre La Bolsa, que mudó luego a Estrella y Alberdi, por la proximidad con la Cámara y Bolsa de Comercio, de donde acudían sus principales clientes a comer.
Vaccaro también estableció, en el barrio Santísima Trinidad, una panadería, siendo precursor de modernos elementos mecánicos para la fabricación de panificados y sus derivados. También tuvo industria de aceite y jabones en Luque.
El arquitecto e historiador Jorge Rubiani dice que Humberto Blasco, también inmigrante italiano en 1910, se hizo cargo del Café La Bolsa.
El actual concejal de Asunción, Humberto Blasco, lleva el mismo nombre que su abuelo.
En febrero de 1960, Pedro Turchetto y su esposa Hortencia Valiente adquirieron La Bolsa y transformaron el local en Confitería y Restaurante El Bolsi.
Hortencia es recordada por haber introducido el primer acondicionador de aire en su restaurante.
Memoriosos habitués de El Bolsi recuerdan todavía a la empresaria muy coqueta, recorriendo entre las mesas, controlando la excelencia del servicio.
Hortencia Valiente murió en dramáticas circunstancias. Hoy, no hay mayores datos sobre su desaparición física.
La casa art decó a la que se denomina Casa Turchetto, corresponde a una construcción de 1920.
Habría que señalar que Carmen Cordal Gill, al igual que muchas familias de Asunción, entregó sus bienes a la Legación de los Estados Unidos de América, cuando se desocupó Asunción.
El ministro residente Charles Ames Washburn recibió de la familia Cordal dos baúles con joyas, monedas y platería.
El edificio de la Legación (embajada) quedaba donde actualmente se encuentra la galería “Súper centro”, en la calle General Díaz entre 14 de Mayo y 15 de Agosto.
El ministro nombra a Fernando Cordal y su esposa Carmen Gill en sus memorias: “La familia Cordal Gill vivía muy próxima a la Legación”, dice.
Por más que se hicieron reclamos, nunca aparecieron las joyas. Muchas fueron robadas por los brasileños en enero de 1869, durante la ocupación de Asunción. Parte de las mismas, sin identificación de a quiénes pertenecieron, fue devuelta por Estados Unidos de Norteamérica y se encuentra en el Museo del Banco Central del Paraguay.
Silvia Cordal Gill, la niña que deambuló por casi toda la ”Diagonal de Sangre”, en busca de su madre y residió en el actual El Bolsi, casándose dos veces y dejando una descendencia que la recuerda con mucho orgullo, murió en Asunción el 4 de febrero de 1919.