En Asunción quedan algunas paredes del Convento Grande de la Orden Franciscana del año 1730, sobre la calle México, en la actual Casa de la Literatura
Continuando con la serie sobre edificios históricos, que constituyen joyas y tesoros que aún posee Asunción, elaborada por la señora Evanhy de Gallegos, a continuación se brindan detalles sobre partes de las edificaciones franciscanas que aún quedan en la capital del país.
Si un transeúnte se detuviera frente a la Casa Bicentenario de la Literatura Augusto Roa Bastos y en la esquina de la Plaza Uruguaya observa, desde la calle México, el techo de la soberbia casona, descubriría una pequeña cúpula arrimada a la pared del Hotel Sabe, casi en la intersección con la calle 25 de Mayo.
Ahí podría observar la llamativa pequeña ovalada cúpula, pegada al edificio del Hotel, de la que dice la arquitecta María Teresa Miranda, técnica histórica de la Municipalidad de Asunción, que su construcción no corresponde al año en que se erigió el Convento Franciscano, aunque es un acicate para buscar dentro de la Casa de la Literatura Roa Bastos, los restos del Convento Grande, de los que habla la historiadora Margarita Durán Estragó en su libro: Presencia Franciscana en el Paraguay 1538 – 1824.
Efectivamente, dentro del edificio quedan restos de paredes del Convento de los Ángeles de la Orden Franciscana del año 1730. Es lo que queda en Asunción de las edificaciones franciscanas de ese tiempo, aunque hay muchas más en otros puntos del país.
Detrás del pequeño resto de antiguas paredes, apenas perceptibles, existe una impactante historia de más de trescientos años, iniciada en 1538, con la presencia de la Orden Franciscana en el Paraguay, cuando la ciudad de Asunción tenía calles sin nombre, llamadas reales, para honrar al Rey de España.
En el devenir de los 300 años hubo dos conventos. El último del cual quedan algunas paredes que destacamos, abarcó cuatro manzanas, más dos de la actual Plaza Uruguaya, donde estuvo la ranchería de la servidumbre y cría de animales de corral del convento.
La historia franciscana en el Paraguay colonial
Del primer convento, construido en 1580 en lo que hoy es la Chacarita, a la altura del Colegio de la Providencia, entre las actuales calles Caballero y México, no queda nada. Solo los recuerdos de los hechos históricos protagonizados por los hombres de sandalias polvorientas, grandes caminantes que, como protectores de los indígenas del Paraguay, fundaron 33 reducciones en los pueblos guaraníes de la Provincia del Paraguay.
El año 1575 llegó el célebre franciscano Fray Luis de Bolaños, acompañado de 20 sacerdotes, siendo nombrado guardián del primer convento.
Entre 1580 y 1797 los seguidores de San Francisco de Asís fundaron gran parte de los poblados del Paraguay, que hasta ahora existen, partiendo de ese convento del que nada queda y del segundo convento del que restan algunas paredes.
En el primer convento compartió ideas de libertad con los asunceños Bernardino de Cárdenas, Obispo franciscano, quién abrazó la causa de la primera Revolución Comunera del año 1649, cuando en la Provincia del Paraguay se produjo la mayor agitación popular de estas tierras, que derivó años después en la gran segunda Revolución Comunera.
En 1706, se decidió la mudanza del primer convento, debido a la destrucción de los cimientos por los grandes raudales.
La construcción tardó años en concretarse, recién se produjo la mudanza en 1730, entre las actuales calles Iturbe, México, 25 de Mayo y Eligio Ayala.
Entre los años dedicados a la fundación de pueblos y la enseñanza de primeras letras a los niños asuncenos, la chispa comunera, a la cual siempre estuvo unida la Orden Franciscana, se volvió a encender en 1717, siendo el gran protagonista el martirizado panameño José de Antequera y Castro, culminando con su muerte y con la derrota comunera de Tavapy, el 14 de mayo de 1735.
Tanto el Convento Grande, como la Iglesia franciscana, inaugurada el 17 de octubre de 1748, llegaron a dar asilo político en esos difíciles años.
La iglesia tenía su frente sobre la calle Iturbe, entre 25 de Mayo y Eligio Ayala.
El Convento Grande tenía su frente sobre la actual calle México.
La historia relata que para 1787, hasta 33 frailes podían allí alojarse con comodidad.
El Convento Grande en tiempos de la Independencia
Este convento cerró sus puertas en 1824, por la clausura de las Órdenes Religiosas, decidida por el gobernante del Paraguay Don José Gaspar Rodríguez de Francia, en búsqueda de cortar todo vínculo con el clero extranjero.
Los frailes se sumaron entonces a los del Convento de la Recolección de Jesús María, más conocido como de La Recoleta, sobre las actuales avenidas Mariscal López y Choferes del Chaco.
El Convento Grande del centro de Asunción se convirtió en Cuartel San Francisco y la iglesia pasó a ser Capilla del Cuartel.
Una placa lo recuerda sobre la calle Mariscal Estigarribia casi México.
Años después, durante el consulado de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, por el lapso de 3 años, entre 1842 y 1845, la iglesia San Francisco se convirtió en Catedral de Asunción, mientras se reconstruía la iglesia nueva.
En 1845, a la actual renovada iglesia Catedral, se trasladó el retablo mayor de la iglesia del Convento Franciscano, donde refulge desde entonces.
El convento de San Francisco durante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay
Durante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, el Cuartel de San Francisco sirvió de Hospital a los heridos que llegaban a la capital.
En 1870, el nuevo gobierno dispuso la venta de las que fueron propiedades de la Orden Franciscana. Para 1872, la iglesia franciscana de la calle Iturbe ya no existía.
Algunas paredes del Convento fueron preservadas por la familia Cueto, que adquirió el predio.
En el libro Presencia Franciscana en el Paraguay, su autora Margarita Durán Estragó relata que: “La señora María Cueto, oriunda de Concepción, quien adquirió la propiedad y lleva más de medio siglo viviendo en ella, sobre la calle México N° 346, cuenta que sus antepasados compraron la casa y la remodelaron. Recuerda la señora que sus padres decían que la casa tenía grandes arcadas sobre la actual calle México y que allí había un convento de franciscanos. Al ser remodelada la casa, sigue diciendo doña María, muchas paredes antiguas quedaron en pie, haciendo notar ella mientras hablaba del espesor de sus muros. En dicha casa vivió el Mariscal de la Victoria, José Félix Estigarribia, después de su retorno del Chaco”.
Los Cueto adquirieron lo que quedaba del convento de Tomasa Bedoya Alvarenga.
Al término de la Guerra del 70, en 1876, uno de los integrantes del nuevo gobierno, José Díaz de Bedoya, adquirió el ex convento para su hija Tomasa Bedoya Alvarenga.
La arquitecta Elisa Godoy hizo la investigación que relatamos.
La propiedad tuvo tres transferencias a lo largo de tres siglos.
La familia Cueto, última propietaria, encargó al arquitecto francés George Lavand, en 1920, la construcción actual que conocemos como Casa de la Literatura Roa Bastos, conservando algunas paredes del convento colonial.
Al término de la Guerra del Chaco, por dos años residió en la casa el Mariscal Estigarribia, con su esposa Julia Miranda Cueto.
Los trescientos años de historia y los pocos restos del valioso Convento Grande de la Orden Franciscana, dentro de la Casa de la Literatura Augusto Roa Bastos, forman parte del catálogo de edificios que son preservados en Asunción por la Ordenanza Municipal 35/96.
Allí debiera iniciarse el Camino Turístico de tanto éxito, al que se denomina Camino Franciscano del Paraguay, que cubre gran parte del país.
Entre las decenas de religiosos franciscanos de esos trescientos años, hubo 18 misioneros insignes y 11 obispos franciscanos que gobernaron la iglesia paraguaya.
Los franciscanos fundaron 33 reducciones o pueblos que hasta ahora existen.
Las huellas culturales de sus polvorientas sandalias perduran hasta ahora.