La Palmera, panadería de 90 años, en un edificio post colonial, emblemático de Asunción
La historia de la panadería La Palmera, con 90 años de surtir de rico pan a Asunción, está en una esquina emblemática de Asunción, que deja ver orgullosa todavía, la construcción post colonial que impuso la modernidad de los gobiernos de los dos López: Carlos Antonio y Francisco Solano.
Está catalogada como patrimonio por la Municipalidad de Asunción por la Ordenanza 35/1996.
Su conservación se debe a la familia Fontclara, responsable de haber respetado el edificio original, a pesar del crecimiento de la fábrica de pan.
Amparo Fontclara (Beba), nos relató algunos recuerdos contados por su abuela Magdalena Salvá de Fontclara, matrona audaz que no dudó en seguir a su esposo don Federico Fontclara Cervera en su decisión de migrar al Paraguay.
Todo empezó cuando don Federico Fontclara, residente en Gerona, Barcelona, España, casado con Magdalena Salvá, propietarios de una pequeña panadería y padres de tres hijos: Luis, José Luis y Rosa, decidieron salir de su país ante la irrupción política del general Francisco Franco y debido a la situación creada por las secuelas de la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918.
Era el tiempo en que la migración española al Paraguay se dio con la presencia de muchas familias catalanas.
Fue en 1926, cuando don Federico vino al Paraguay para conocer como se desenvolvían otros panaderos como él, que eligieron Asunción para desarrollar sus vidas.
El barco que lo trajo no recaló en Asunción y lo llevó sin parada hasta Puerto Pinasco, de donde volvió a su destino portuario, la capital.
Se supone que la naturaleza pujante que conoció desde la cubierta del barco y la entonces importante taninera de Puerto Pinasco, lo entusiasmaron más todavía en migrar al Paraguay.
Amparo Fontclara cree que es la única explicación posible para su extraño viaje a Pinasco, a más de 500 kilómetros del destino de su objetivo: Asunción.
Llegado a Asunción contactó con los otros panaderos catalanes para conocer como les estaba yendo.
Ya asentado estaba Jaime Parceriza, quien tuvo panadería en la zona del actual Mercado 4. Sus tierras abarcaban desde la actual avenida Pettirossi hasta la avenida Rodríguez de Francia.
El gran espacio era mantenido por las cabras que se encargaban del corte del pasto al ras.
Tenía mulas para conducir los carritos llamadas “jardineras” en los que se distribuía el pan.
Otro gran panadero consultado fue don José Tarrés, quien tenía su fábrica hacia el Hospital de Clínicas.
Entre el viaje y las consultas Federico Fontclara cumplió un año y medio de estar lejos de su hogar en Cataluña.
Doña Magdalena Salvá, su esposa le dio un ultimátum. Se cuenta que en una carta le dijo: ¿Qué pasa que no volvés?
Y don Federico volvió a Gerona para convencer a su esposa de emigrar al Paraguay.
Fue así que entre 1927 y 1930, se produjo el viaje de los Fontclara. Ya había nacido la cuarta hija. Dolores (Lola) y con la bebe de cuatro meses emprendieron el largo viaje al Paraguay.
Dejaron su tierra: Castelho de Ampurias, ciudad antigua donde una iglesia de piedra destaca haber sido construida en el siglo XIII.
Ya en Asunción, adquirieron una propiedad de dos fracciones edificadas en pleno centro en la actual Benjamín Constant y Montevideo, con la vivienda en la planta alta balconada hacia la playa Montevideo, entonces en pleno auge para embarcaciones menores.
La propiedad fue adquirida de Guillermo Weyer. Había sido mensurada en 1887 y según el título data de 1888.
Doña Amparo Fontclara recuerda que su abuelo tuvo un socio de apellido Alsina.
Esta panadería surtió de galleta cuartel al ejército durante la Guerra del Chaco.
Luis Fontclara Salvá padre de Amparo, tenía un restaurante parrillada alquilando al lado de la Marina en La Recova. Se llamaba “Victoria”. Vivían en la planta alta.
Ya en Asunción, don Federico y Magdalena fueron padres de dos hijos más: Juan y Aurora.
En 1941 falleció don Federico y Magdalena pidió a su hijo Luis que se hiciera cargo de la panadería.
De ese tiempo, Amparo recuerda el intenso movimiento portuario de la playa Montevideo donde llegaban de madrugada las mujeres con los tarros de leche fresca que distribuían en el centro de Asunción y a su regreso llevaban de La Palmera la provista: harina, yerba, porotos y azúcar.
Durante la gerencia de su padre don Luis, la panadería se amplió en una fideera y almacén general.
Recuerda que la mercadería se envolvía en papel de estraza hasta que resolvieron innovar armando sus propias bolsas de papel madera.
Rememora la venta en los carritos o jardineras a mulas y dice: “las mulas conocían las casas donde debían parar… de memoria”.
Solo se vendió pan y un tipo de galleta hasta que su padre trajo la fórmula de Chile para fabricar una galleta blanda, familiar.
Amparo se casó con Ángel Marín Parceriza.
Nos mostró el estacionamiento antes ocupado por las mulas. Y nos habló de las cuadrillas nocturnas y diurnas en un recorrido con sabor de sacrificado trabajo, con aroma de pan difícil de olvidar.
Nos habló del bollito (boyito) galleta dulce que se hizo tan popular. Hoy es la cuarta generación de los Fontclara, la que continúa al frente de La Palmera.
El balcón circundante donde está la vivienda es una joya arquitectónica de La Palmera.
Amparo recuerda que enfrente de la panadería estaba un hotel de los Heyn en una época de gran esplendor del centro de Asunción. Hoy día ostenta un cartel “Se vende”.
Los ojos de los Fontclara vieron pasar la historia de Asunción y del país del cual se enamoró su abuelo, un visionario que quiso venir a Asunción y se quedó en el centro histórico en ese espacio emblemático que sigue siendo La Palmera.